La auditoría interna, como actividad independiente, es uno de los mecanismos de defensa de la gestión de gobierno de una organización, ya que apoya la mejora continua de los procesos que inciden en el cumplimiento de los objetivos, a la vez que protege su valor.
Si bien es cierto que la misión principal de la función de auditoría interna es la descrita previamente, es común que se perciba que:
· El departamento de Auditoría Interna pone el ojo sobre las personas y no sobre los procesos.
· Los trabajos de auditoría interrumpen y ralentizan las operaciones cotidianas.
· No se observa a simple vista cómo estos trabajos agregan valor a la institución.
· El auditor es como un policía rígido, que no tiene interés en mejorar los procesos, y solo busca errores y responsables.
En vista de estas erradas descripciones, la verdadera importancia de la auditoría se ve afectada y cuestionada, y se distorsiona la verdadera función de ésta en la organización.
La realidad es que, como parte de las líneas de defensa de una organización, el trabajo de auditoría interna brinda un mayor grado de razonabilidad, lo que permite que los procesos cobren mayor confianza frente a terceros y que, si existiese algún obstáculo importante entre la ejecución de la tarea que se realiza y su objetivo, esta situación pueda ser gestionada oportunamente.
Para ampliar el concepto de línea de defensa en una organización, la implementación de controles internos adecuados y la debida ejecución de sus procedimientos representa la primera protección que tiene la empresa frente a cualquier debilidad u obstáculo que pueda poner en riesgo el cumplimiento de sus objetivos.
En este sentido, la función de auditoría interna permite apoyar la responsabilidad que tiene el gobierno corporativo de supervisar que todos los procesos relevantes funcionen adecuadamente. Esto lo realiza auditoría interna, evaluando que la ejecución operativa se corresponda con su propósito y diseño, resultando este ejercicio en la potencial identificación de esas debilidades que pueden representar un riesgo material para el cumplimiento de los objetivos. Como esta evaluación la realiza un equipo que no se relaciona con el entorno donde se ejecutan los procesos, se obtienen resultados que otorgan una opinión independiente que puede presentarse tanto a los dueños de estos, como a las partes internas interesadas, y a terceros, si es necesario.
En el mismo orden de ideas, la naturaleza de los trabajos de auditoría interna requiere en gran medida que los/as auditores/as tengan las competencias adecuadas y un amplio conocimiento de los procesos que están revisando, además de la capacidad de asociar el resultado de estas revisiones con los riesgos que buscan mitigar o reducir, de una forma que pueda ser comprendida por cada persona a la que se espera entregar los resultados.
En este sentido, es de gran importancia que exista un vínculo entre quienes tienen la responsabilidad sobre los principales procesos de la organización y quienes los auditan, donde estos últimos deben ser vistos como aliados estratégicos y no como un obstáculo en la ejecución de los procesos. El entender y fortalecer esta relación permite que en la organización se identifiquen oportunidades de mejoras que puedan transformarse en procesos más eficaces y con mayor enfoque en el cumplimiento de los objetivos.
Aunque es cierto que los informes emitidos por el departamento de auditoría interna son su entregable de mayor uso y socialización, hay que destacar que no son la única herramienta para medir el valor agregado de esta función. Esto es porque, primero, esos informes solo presentan el resultado de las revisiones. Hasta ahí es posible pensar que por sí mismo este documento mide su valor agregado, y se podría inferir que, a mayor cantidad de informes, mayor es el valor agregado a la gestión, resultando en la creencia de que al auditor/a solo le interesa emitir muchos informes. Esto dista mucho de la realidad.
El impacto, la importancia y el valor que agrega auditoría interna se puede medir de forma generalizada. En la mayor parte de los casos, la auditoría, por sí misma, no va a generar cambios fácilmente identificables, pero ayuda a visibilizar aspectos que pudieran incidir de forma extensiva en los los indicadores institucionales. Esto se debe a que el alcance de la auditoría interna es general y no focalizado, como su definición lo indica: está dirigida a la mejora de los procesos de gestión de riesgo, control y gobierno.
Pero también es cierto que su valor se puede ver en situaciones como las siguientes:
1) Procesos que cuentan con una cantidad significativa de debilidades y que, tras una auditoría interna, pueden hasta alcanzar el nivel para ser certificados.
2) Las áreas empiezan a percibir al departamento de Auditoría Interna como aliado y se acercan para obtener su opinión.
3) Establecimiento de procedimientos y políticas sobre procesos claves o mejoras de éstos, a partir de los resultados de trabajos de auditoría.
Para una organización, la función de auditoría interna, adecuadamente posicionada dentro de su estructura, es una declaración ante terceros y la propia institución de su compromiso y dedicación, para alcanzar sus objetivos con la mayor calidad posible.